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Literatura indie vs. prejuicios

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Fran Lorenzo.

Encargado de Promoción Literaria y autor de Crónicas de Dalsinia y Crónicas del Aquelarre La Nigromante

¿Por qué muchos lectores no se adentran en la literatura indie?

 

No lo neguemos, muchos de los escritores, promotores literarios y otra larga lista, casi sin fin, de profesionales dedicados al noble arte de la escritura y su edición conocen a gente que dice que no lee libros que no lleven el sello, tan codiciado por algunos, y tan despreciado por otros, de una editorial. 

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Pero… ¿por qué a muchos lectores les importa que haya un sello que respalde esa novela? Quizá muchos piensen que no debería ser así, que, si el contenido es bueno, la portada está bien diseñada y la sinopsis refleja una escritura más o menos decente, el libro tendría las mismas oportunidades que una novela editada, por ejemplo, por Planeta. La realidad es demoledora, esto no es así. Hay muchas personas que, a pesar de que les encanta leer, sea el género que sea —fantasía, ciencia ficción, novela negra o la larga lista que en este artículo no merece la pena citar— no se atreven a embarcarse en una de las infinitas aventuras que nos brinda la literatura indie. Las razones pueden ser variadas. Con toda probabilidad, el prestigio que han adquirido las editoriales —las tradicionales, no las de autopublicación— al no publicar cosas por debajo de un estándar mínimo de calidad juega un papel fundamental.

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La literatura indie, la autopublicación, fundamentalmente gracias al gigante Amazon, ha propiciado que cualquiera pueda publicar. Una verdad, quizá dolorosa para algunos y ocultada por otros, es que esto tiene una consecuencia mala, muy mala, de la que apenas se habla. Se publican libros con una calidad que no llega a los estándares mínimos que un lector puede exigir. No me refiero aquí a si la trama gusta más o menos, por supuesto, sino a defectos formales; del estilo de faltas ortográficas casi en cada página o párrafo, de errores graves de maquetación o de publicitar un libro como algo que luego no es. Debemos entender al lector como un cliente y, por tanto, merecedor de un respeto y aportarle algo de cierta calidad —que nadie tome esto como que haya que escribir un libro perfecto o de la altura de Reverte o George R. R. Martin—. Todo escritor tiene unos comienzos, y el lector entiende perfectamente cuando está delante de un escritor que empieza a cuando lee la obra de uno experimentado que hace de la escritura rápida, mediocre y sin atisbo de corrección una forma de escribir.

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Un dato interesante es que se publica de media un libro cada cinco minutos, lo que supone más de cien mil en un año, solo en Amazon. Si entendemos que una parte, aunque mínima, de estos libros han sido publicados sin corrección, con una trama sin trabajar y con una narrativa más pensada en ganar dinero que en ganar lectores, entendemos por qué hay muchos aficionados a la lectura que, tras una mala experiencia con uno o varios libros indie, rechazan darle más oportunidades a los escritores de este mundo.

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La mayoría de los lectores no entra en la literatura indie, bien por desconocimiento, o bien no vuelven por esa mala experiencia que más de uno habremos escuchado alguna vez. Contra lo primero podemos luchar con cierta facilidad, por ejemplo, si abrimos puertas a la literatura indie en las Redes Sociales o en eventos literarios. Contra lo segundo, mucho me temo que es más difícil combatir al escritor que no se toma el tiempo necesario para trabajar bien su novela, puesto que, siendo consciente o no, debe saber que está perjudicando a todos sus compañeros y a una industria llena de ilusiones y que, por desgracia, el mal trabajo de unos pocos cuesta el sufrimiento de una gran mayoría, que dedica mucho tiempo a escribir, con mayor o menor acierto, sus obras.

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En definitiva, este artículo tiene dos claros objetivos. Primero, decirle al lector que ha tenido una mala experiencia con un libro de un escritor indie que dé más oportunidades a este tipo de literatura, puesto que hay muchas buenas novelas en este sector, con una calidad digna de admirar, buen ejemplo de ello sería el libro Chestnut Peak: Luces y Sombras, de Clarissa Mary Prince, o los libros de Joaquim Colomer Boixés. Segundo, pedirle a ese escritor que escribe muchas novelas con una calidad deficiente que piense antes de darle a ese ilusionante botón de publicar, puesto que, de hacerlo, supone condenar a que cualquiera de sus lectores se replanté darle más oportunidades a otros escritores, que quizá merezcan más ese lector.

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